Wednesday, January 25, 2006

Heidi es lebaniega

Me lo dijo sin tapujos, que se iba a morir pronto. No tenía ningún diagnóstico, estaba sano y era mi primo. Era artista a tiempo completo, y vivía de su arte provocador y sutil.

Nos habíamos reunido en la boda de una prima común, coincidíamos de guindas a uvas, Javier estaba a mi derecha, y a su lado su pareja, una japonesa más española que todas las que estábamos en la mesa, que ahora tendría unos treinta y pocos y artista como él . Kaoru cogió un día un tren por Europa y se quedó en España, dónde se conocieron y pasaron a comer juntos macarrones recalentados, y vivir de su trabajo. Ahora van y vienen a Lisboa y Berlín dónde trabajan y su obra es reconocida.Así que entre el lomo de merluza asada con crema ligera de ajo, picada de de tomate y huevas de trucha y el sorbete de Maracuyá, Javier me iba describiendo cómo había realizado un montaje de vídeo para intentar explicar hasta que punto estábamos mediatizados y atontados en esta era global.

Era un transgresor, y lo que era más sorprendente, vivía de ello y vivía plenamente. Me explicó como se metió en un cyber café y escribió a un programa de la televisión de esos dónde aparecían madres que agradecían a sus hijos el amor filial que les profesaban, o niñas repintadas de mujer que proclamaban a los cuatro vientos que pese a todo querían a sus novios o maridos independientemente de que fuesen drogadictos, alcohólicos o ludópatas. Argumentó que tenía treinta dos años y que era virgen, y contó en el programa su problema, sin sus gafas de miope, mientras su viejo vídeo vhs grababa el espacio televisivo, para quince días más adelante ir a otro programa de las mismas características presentado por un gay muy de moda, esta vez para contar que compartía su vida con dos novias a la vez, pero antes de dejar grabando su aparato de video se rapó la melena y se colocó sus gafas.

El montaje de vídeo fue premiado, como todo lo que hacía Javier y mi sorbete de Maracuyá acabó derramado por todo el mantel y tuve que retocarme en el lavabo el rimel que campaba a sus anchas por toda la cara. En tanto Kaoru seguía sacando escenas en vídeo de la boda, mientras todos gritábamos alentados por el vino blanco viña Mocén que era una vergüenza que hubiesen contratado a una pobre asiática y a cuatro duros además, que seguro que no tenía papeles y que no éramos europeos ni nada que se le pareciese

El cochinillo asado con cous-cous de manzana, orejones y patatas a la vainilla pasó de largo por nuestra mesa, dónde ya era imposible pedir la vez para hablar, y las carcajadas fueron solapando el rulo de chocolate con mascarpone y helado de hierbabuena, que mi prima y su ya marido seguro que habrían elegido con todo el cariño. Seguramente si en aquel momento nos hubiesen puesto el brazo incorrupto de Santa Teresa en la mesa, que por cierto reposaba a apenas un kilómetro del restaurante dónde celebrábamos la boda, hubiésemos encontrado un motivo de celebración y lo hubiésemos cambiado por la sopa fría de mango con espuma de yogur que nos acababan de servir.

Disfrutaba imaginando el vídeo que me contaba en ese momento Kaoru que había ambientado en el desfiladero de la Hermida y retocado luego con un programa de diseño gráfico, y de cómo me explicaba en un perfecto castellano como se había caracterizado de Heidi y había fusionado las imágenes, o de cómo había grabado hacía apenas un año a un grupo de baile charro a ritmo de rap.

No pude llegar consciente al cava Parnás así que hice la maleta para volver a la ciudad costera con una sonrisa plena en la cara, un poco de resaca y los pies llenos de tiritas.(Continuará)

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